viernes, 29 de mayo de 2015

La Libertad

"Tenía la certeza de que lo alemán, en lo que vivo, de donde vengo, por lo que obro, posee un espacio más amplio que esa estrechez, esas trabas nacionales absurdas", decía Karl Jaspers en 1940, luego de negarse años antes a separarse de su esposa Gertrud Mayer que era judía para unirse en fingido matrimonio con una "aria pura", y que a raíz de ello lo "jubilaran" prematuramente y debiera dejar la cátedra universitaria en 1937...

La libertad se halla en el origen de nuestro obrar y de nuestra conciencia de ser.

Para Jaspers la libertad es inseparable de la conciencia de finitud. La idea de límite, cuyos contenidos para Jaspers son básicamente la muerte, la lucha, el azar y la culpa, se estructura en base a antinomias: la muerte y la vida, la lucha y la ayuda mutua, el azar y el sentido, la culpa y la purificación, cada una de las cuales conforma una situación límite. La radicalidad de esas antinomias se hace evidente en psicopatología, en las que emergen con una pureza que asombra; así, por ejemplo, en la desesperación del paranoico ajena a toda solidaridad; en la intuición de aniquilación del agorafóbico, en el afán infatigable del obsesivo por conjurar el azar, en la rigidez del carácter neurótico para la experiencia de lo nuevo y lo original; en la tortura melancólica por la culpa inexpiable y por el caos, y muchas otras, en complejas relaciones entre sí. Sin embargo, una relación más profunda tal vez es aquella en que estas situaciones límites se expresan al unísono en las obras de la cultura.

Para Jaspers la obra cultural contiene las intuiciones originarias, que se transmiten históricamente. Las respuestas a las preguntas fundamentales son aquí dadas en forma irreflexiva, pero con la consistencia de los hechos concretos. Estas intuiciones originales abarcan la religión, el arte plástico y la poesía; en ellas está oculta la filosofía, la que hay que reconquistar siempre de nuevo. Las creaciones poéticas no son susceptibles de interpretación hasta su fondo mismo, de serlo, no serían genuinamente creaciones poéticas. Sólo es dable trazar ciertos lineamientos interpretativos que no hacen otra cosa que poner de relieve el fondo inagotable que contienen.

La obra cultural en la que las situaciones límites adquieren cumbres desgarradoras es la tragedia, allí se concentran en una totalidad compacta, la lucha, la muerte, el azar y la culpa; pero junto a ellas, y de allí lo notable, la solidaridad, la redención, la liberación y, sobre todo, el sentido.

La vida realizándose en la muerte, la lucha en el reencuentro con lo abarcador, la culpa en la purificación redentora, y el azar (destino) en el sentido pleno y definitivo de una existencia.

La definición de la libertad

La Libertad es el atributo que al hombre le posibilita pensar y obrar según la propia voluntad de la persona pero en sujeción a un orden o legalidad.

En otras palabras, aquello que permite a alguien decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero también responsable de sus actos en la medida en que comprenda las consecuencias de ellos.

La libertad se realiza en el individuo como lo interno y lo externo de una malla de valores, juntos en una dinámica de compromiso.

Es de suma importancia que el hombre pueda evocar su pasado, porque es el referente de su historia, de su ayer y es donde encuentra el "por qué". El por qué de su historicidad, que se presentifica y que adquiere valor en el ahora de su proyecto existencial. La actualización de lo vivido, es la puerta de proyección de su futuro. Es en este "ahora" del tiempo vivencial que la libertad ejerce en la "elección" la vocación humana. En la temporalidad de la existencia, anida la conciencia de libertad, como posibilidad de elegir a partir de lo que quiere, puede y debe. En el tiempo de la existencia y solo siendo "consciente" de nuestra finitud, de nuestra no-inmortalidad, de donde surge el hambre de la libertad. Esta libertad que nos da la libertad de elegir a partir de lo que se quiere, puede y de lo que se debe.

Immanuel Kant

La voluntad es una especie de causalidad de los seres vivos, en cuanto que son racionales, y la libertad sería la propiedad de esta causalidad, por la cual puede ser eficiente, independientemente de extrañas causas que la determinen. La citada definición de la libertad es negativa y, por lo tanto, infructuosa para conocer su esencia. Pero de ella se deriva un concepto positivo de la misma que es tanto más rico y fructífero. El concepto de una causalidad lleva consigo el concepto de leyes según las cuales, por medio de algo que llamamos causa, ha de ser puesto algo, a saber: la consecuencia.

¿Qué puede ser, pues, la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es, propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma? Pero la proposición: "la voluntad es, en todas las acciones, una ley de sí misma", caracteriza tan sólo el principio de no obrar según ninguna otra máxima que la que pueda ser objeto de sí misma, como ley universal. Esta es justamente la fórmula del imperativo categórico y el principio de la moralidad; así, pues, voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma cosa.

Jean Garrabé

Podemos proponer como definición general de "libertad" la ausencia de impedimento: el ser humano es libre cuando no se encuentra con un obstáculo que impide su actividad.

La cuestión de la libertad humana se plantea según dos ejes principales: uno es jurídico y político en que el impedimento puede venir del exterior social; y otro en que es interior a la persona misma del sujeto. El campo de la Salud Mental pertenece a lo social y por lo tanto la libertad se sitúa en el primer eje politico-juridico, y el de la psiquiatría que pertenece a lo individual se sitúa en el segundo filosófico... Es por lo que podemos ver afrontarse en estos dos campos lógicas contradictorias.

Jean-Paul Sartre

El ser humano es su propia libertad. La libertad se presenta como el modo de enfrentarse a una situación (al entorno, el prójimo, el pasado) y se refiere a los actos y voliciones particulares, pero más aún a la elección del perfil básico de sí mismo, del proyecto fundamental de la existencia, proyecto que se realiza con las voliciones particulares.

Esta idea sartriana tiene dos importantes consecuencias: 1) hace al hombre radicalmente responsable, no tenemos excusas, lo que somos es una consecuencia de nuestra propia libertad de elección; somos responsables de nosotros mismos, pero también del resto de la humanidad; lo que trae consigo el sentimiento de angustia y, en los casos de huida de la responsabilidad, la conducta de mala fe; y, 2) hace del existencialismo una filosofía de la acción, de forma un tanto paradójica el existencialismo se presenta como una filosofía optimista; paradójica puesto que parecería que al declarar el carácter absurdo de la vida, el ser el hombre "una pasión inútil", podría fomentar la pasividad, la quietud, pero dado que el hombre es lo que él mismo se ha hecho, dado que se declara que cada hombre es la suma de sus actos, nos incita a la acción, a ser más de lo que somos. El hombre no es 'un pasión inútil', producto del sinsentido o de la ausencia de fin último, pues si hay un fin que es el hacerse a sí mismo.

El hombre es pura existencia, o mera existencia mejor dicho, pues empieza por no ser nada pasa de la nada al ser mediante su propio hacer a partir de sus proyectos

Henri Ey

Aunque es difícil presentar una cuestión tan relevante, es, sin embargo, urgente hacerlo. No puede ignorarse el sentido que la psiquiatría tiene en relación con la libertad y con las libertades de los hombres y menos aun encararse invirtiendo su sentido. A continuación, Ey contribuye a desmitificar este contrasentido.

La psiquiatría es presentada con frecuencia (a veces incluso por algunos "psiquiatras") como una actividad de represión policíaca, donde el psiquiatra sería un agente o un sustituto del "Poder". Se dice entonces que la función de la psiquiatría en la Sociedad sólo sería la de ser una forma subrepticia e hipócrita del deseo de dominación, del sadismo latente y difuso del Orden social, del Estado (de la clase dominante). Orden social del que la psiquiatría y el psiquiatra sólo serían cómplices crueles o ingenuos. Es inútil declinar los enunciados con los que día a día se denuncia, la falta de significado de los "psiquiatrones", pero sí es imprescindible revertir esa imagen, grotescamente invertida del psiquiatra y de la psiquiatría. Para hacerlo en pocas palabras, hay que resumir su movimiento esencial, aclarar las relaciones de la psiquiatría con el tema de la libertad, cuestión que precisamente el concepto de alienación implica.

Una y otra vez el discurso antipsiquiátrico retoma la acusación dirigida contra la psiquiatría de que sólo es, piensa y actúa con el fin de privar al hombre de su libertad. Ahora bien, "privación de la libertad" tiene dos sentidos diferentes. A veces esa privación corresponde a la confiscación de las libertades que "arbitraria" o "convencionalmente" es decretada por la ley (la norma social), u ordenada en conformidad con el orden social. Otras veces, por el contrario, la pérdida de la libertad es la consecuencia de la desorganización del ser, cuya organización normativa es la que le posibilita acceder a la "autonomía de su voluntad". Amalgamar ambos sentidos o excluir uno de ellos es lo que está en la raíz de los ataques sistemáticos que se hacen a la psiquiatría: tanto cuando se la acusa de ser una "operación" contra la libertad (o el de ser utilizada "políticamente" con ese principal o único objetivo), como cuando se dice que lo que "trata" la psiquiatría sólo es la "locura de los hombres", entendiendo que todos los hombres son libres de enfermar o no mentalmente...

Tanto cuando se trata de organizar o de aplicar el estatuto del internamiento como cuando se busca sustraer a los delincuentes o criminales, verdaderamente enfermos mentales, de los rigores de la justicia, el deber de los psiquiatras es siempre el de garantizar el máximo posible de libertad a aquellos hombres que, de acuerdo con la ley, tienen la responsabilidad de tratar. La psiquiatría trabaja siempre y necesariamente en favor de la libertad individual para garantizar su ejercicio y no para suprimirlo. Lo mismo pasa con el tratamiento, que, entre sus manos, más aun que en las de los médicos en general, debe ser la expresión de un juicio clínico.

El hecho psicopatológico bajo todas sus formas y en todos sus grados se presenta, se percibe, se trata como una modalidad de existencia patológica; patológica porque ha perdido, con la organización normativa de su ser, el movimiento de su libertad. Las categorías clínicas que el psiquiatra describe y define como psicosis endógenas y funcionales, orgánicas, agudas o crónicas, como neurosis más o menos estructuradas, siempre todas estas formas de conciencia y de existencia psicopatológica se manifiestan como una detención o una regresión del desarrollo psíquico, de la ontología del ser psíquico. De tal modo que la "pérdida de la libertad" que debe asumir el psiquiatra, no es la que se dice que él inflige a su paciente (generalmente por muy corto tiempo), sino la que el paciente sufre por la desorganización de su ser.

Plantear un diagnóstico de enfermedad mental, de trastorno mental, de anomalía psíquica (todos conceptos que son equivalentes) es siempre y necesariamente percibir que el enfermo, este psicótico, este neurótico, o con un trastorno de carácter, ha perdido o no ha conquistado la capacidad de dirigirse, de adaptarse a la realidad, de controlar las instancias inconscientes de su ser, de su yo. Pero, también, en sus distintas especies, en tanto estas representan los grados y las formas de esta incapacidad que define el campo de la psiquiatría, no como un espacio carceral sino como el lugar antropológico del encuentro de quien ha perdido o que no ha podido adquirir el poder de asegurar su autonomía con quien puede ayudarlo a adquirir ese poder, a mantenerlo o a restaurarlo.

El paciente psiquiátrico, que no puede definirse de otro modo que como un hombre que ha perdido, en grado variable, la libertad y la responsabilidad de sus actos, debe ser para el médico que lo toma a su cargo no un objeto para confiscarle la libertad de sus movimientos, sino el sujeto de la constante necesidad de hacerle recuperar su libertad, de hacer que él mismo se asegure el máximo de libertad posible. Fórmulas (como: "la fuerza del yo", "la readaptación social", etc.) que se encuentran en todos los manuales y en todas las publicaciones psiquiátricas deben dejar de ser frases hechas, para pasar a ser afirmadas y explicitadas como el código deontológico de la psiquiatría.

La psiquiatría debe afirmar claramente que el hombre enfermo mental exige al psiquiatra que cargue con la responsabilidad que él pierde de modo variable, al perder la libertad de sus movimientos existenciales.

Henri Ey, que distingue claramente entre locura patológica y "locura de la humanidad", cuando utiliza la palabra "locura" lo hace para referirse a la enfermedad mental como fenómeno natural y heterogéneo a la estructuración normal del psiquismo, es decir, como desorden patológico objeto de la psiquiatría. En cambio, con "locura de la humanidad" se refiere a la "locura que flota en las civilizaciones y en la historia", manifestación del poder creador del hombre "para el bien o para el mal", en las diversas formas de lo maravilloso, de lo poético y genial, del deber y del sacrificio, y también en la injusticia y la violencia, y otras formas de mal. Es la tesis culturalista o sociológica la que sostiene que lo que la psiquiatría dice "tratar" es esta locura de la humanidad, afirmando el absurdo de que la enfermedad mental es una creación mítica que no tiene existencia como fenómeno natural. En realidad, la ciencia psiquiátrica en su evolución como rama de la medicina no se ocupa de estas "locuras de la humanidad", sino que cuida a quienes han perdido patológicamente el poder de conducirse bien o mal.

Cuando se percibe a la enfermedad mental como hecho real, esta realidad determina, en los casos de patología grave, diferentes formas de incapacidad psíquica de delito (inimputabilidad penal por enfermedad mental) y también la responsabilidad del psiquiatra por su asistencia y cuidado, llegando a veces al tratamiento involuntario (ley de Asistencia del paciente psiquiátrico). Ey afirma que sólo partiendo de la visión ideológica de que la enfermedad mental es un mito y que la "enferma" es la Sociedad, es que se puede asegurar, por un lado, que todos los pacientes psiquiátricos deben ser responsabilizados penalmente (rechazando el concepto de inimputabilidad por enfermedad mental) y, por otro, que el psiquiatra no es responsable de su paciente. Esta visión ideológica sólo puede sostenerse cuando se atiende a pacientes que están en el límite entre normalidad y patología (sufriendo por sus rasgos de personalidad o por síntomas neuróticos leves), que son los únicos pacientes a los que podría aplicarse la denominación, que algunos técnicos utilizan, de "clientes".

"La aplicación del estatuto de irresponsabilidad o de semi-responsabilidad que, en algunas investigaciones penales y después del peritaje psiquiátrico, la justicia juzga conveniente, no debe hacer de la psiquiatría el instrumento o el sustituto del Código Penal, sino tender a buscar en los médicos psiquiatras la colaboración necesaria para reglar lo más liberalmente posible todos los problemas planteados por la libertad individual perdida o interferida. No porque la psiquiatría, como se tiende a creer y como algunos "psiquiatras" (?) lo dejan entender, sea una forma de represión social sino por lo contrario, ya que es función de la psiquiatría en la sociedad civilizada hacer que se evite o se atenúe la injusticia que sería tanto el castigar a personas que son pacientes psiquiátricos como el considerar enfermos, a antisociales que no lo son". (Henri Ey)

A modo de síntesis

El hombre en su enfermar, pierde su libertad. Debemos tener presente que el hombre es una unidad biopsicosocial indisoluble, responsable de sí mismo y creador de su propio destino. El hombre tiene en potencia la posibilidad de elegir, la posibilidad de elegir pero al mismo tiempo está condenado por su propia humanidad a tener siempre que elegir. El hombre siempre tiene que elegir; la posibilidad de elección no es ajena a lo fáctico que lo condiciona. Es en este juego dialéctico que encuentra el motivo de su existencia, existencia entendida como búsqueda. La libertad es fundacional en tanto dadora de sentido. El sentido se refiere a la totalidad de la vida psíquica y no únicamente a algunos aspectos mas o menos estructurados. A través del sentido de un acto decisivo se prefigura el futuro y se configura todo el pasado. Nos estamos refiriendo pues, a un acto que dé sentido a la totalidad de la existencia, un acto que, en tanto decide el proyecto, es un acto libre. El proyecto es la imagen de la totalidad vital a la cual el hombre se refiere en cada momento de su existencia. El proyecto es lo que nos da la única realidad: el existir. El proyecto nos enfrenta a nuevas necesidades, a nuestros deseos, pero también a nuestros condicionamientos, los cuales debemos superar como única posibilidad de ser libre. No se puede entender la libertad atada a determinismos, ni al deseo del otro. La libertad es nuestro deseo más el respeto del deseo del otro.  La evasión de la libertad y por ende de la responsabilidad coarta la creatividad. De tal modo, cuando creamos, nos estamos haciendo cargo de nuestra obra y por lo tanto nos estamos comprometiendo...

"Se dice de ellos que son escorias sociales, que son incurables condenados a una muerte que se desea fácilmente... es fácil ver hasta donde podría llegar un razonamiento basado sobre un cálculo puramente social (ahora diríamos económico), hasta dónde podría pretender ir la eutanasia elevada al rango de una institución social... no podríamos olvidar que nuestros enfermos tienen una familia que tiene el derecho de esperar que, confiados a un establecimiento psiquiátrico de asistencia sean tratados como enfermos y no como sacrificados. Ellos no pueden resignarse, al igual que nosotros los alienistas, a considerar al hospital psiquiátrico como una prisión o un cementerio..." (Henri Ey)

1 comentario:

  1. "La Libertad es el atributo que al hombre le posibilita pensar y obrar según la propia voluntad de la persona pero en sujeción a un orden o legalidad.

    En otras palabras, aquello que permite a alguien decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero también responsable de sus actos en la medida en que comprenda las consecuencias de ellos." Muy bueno todo el texto.Libertad con la responsabilidad de las consecuencias.

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