domingo, 24 de mayo de 2015

La Conciencia

"Ser consciente es 'vivir' lo peculiar de la propia experiencia transformándola en la universalidad de su 'saber'. Es un ser organizado para 'tener' una experiencia en cada momento de su historia y para 'ser' la persona que se construye mediante esa historia" (Henri Ey, La Conciencia)


Henri Ey

Henri Ey fue un psiquiatra francés que vivió entre 1900 y 1977. Durante más de 40 años repartió su trabajo entre los pacientes del hospital de Bonneval cercano a Chartres, y su actividad docente en el hospital Sainte Anne de París cuya biblioteca organizó sistemáticamente. Tanto el hospital de Bonneval como la biblioteca llevan hoy su nombre. En base a esas actividades y en relación con psiquiatras y médicos, con fisiólogos, filósofos, artistas, y otros, no solamente de Francia sino del resto del mundo, trabajó en contacto con los pacientes psiquiátricos y así fue desarrollando una hipótesis de trabajo sobre la organización y la desorganización del psiquismo. Esta hipótesis derivada del análisis de los hechos, encara la patología mental en su realidad de estar en el cruce de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del hombre. Una hipótesis así permite aprehender los hechos psicopatológicos y solucionar los problemas humanos prácticos “siempre nuevos” que los pacientes plantean a los terapeutas. (Humberto Casarotti)

Caminar tras la huella de Henri Ey... ¿Por qué?

Vamos a separar artificialmente, para la comodidad de la exposición, los dos ejes siguientes susceptibles de interesar al mayor número de psiquiatras a ambas orillas del Atlántico: por una parte el médico humanista y filósofo y por la otra el clínico y psicopatólogo.
Su teorización: el Organodinamismo tiene el mérito, la ambición (y tal vez la desmesura) de querer reunir ambos enfoques alrededor de la Conciencia: su nacimiento, su ontogénesis, sus tribulaciones y sus desestructuraciones. Con dos etapas en esta reflexión: La Conciencia (1963) y el Tratado de las Alucinaciones (1973).

Recordemos primero qué es el Organodinamismo...

En la expresión Organo-dinamismo, el primer término quiere decir que, al mismo tiempo, la enfermedad mental es orgánica y organización (más exactamente "una forma de desorganización del Ser que se organiza a un nivel dinámico inferior"). Esta concepción es "Organogénica en el sentido que postula como hipótesis un trastorno orgánico como proceso generador (factor de inmadurez o de disolución)", dice Ey.
El segundo término quiere decir que la enfermedad mental no obstante es siempre una estructura dinámica puesto que le corresponde una forma de conciencia y de existencia ciertamente regresiva (de nivel inferior) pero todavía (re) organizada y rica con todas las mociones del Inconsciente y del Imaginario... "una organización a niveles inferiores de la vida psíquica que entra como agente constitutivo de la estructura de los síntomas y da un sentido a cada forma de existencia patológica".
La finalidad, como lo subrayó por última vez Ey en 1977, es la de brindar un modelo destinado a soportar el aparato teórico de la psiquiatría al brindar una posibilidad de comprensión y de explicación de todos los fenómenos psicopatológicos para la génesis, la sintomatología, la evolución y la clasificación de las enfermedades mentales. Se trata pues, como lo escribe Lanteri-Laura, de "la última síntesis grandiosa que pretende explicar el campo de la psiquiatría en su totalidad".

¿Tiene un futuro el Organodinamismo?

Uno estaría tentado de eludir esta pregunta diciendo que ella ¡llega muy tarde! Pero sucede que los psiquiatras son órganodinamistas sin saberlo. Se dan, por ejemplo y en la práctica, datos somáticos y datos psicológicos o sociológicos como equivalentes para producir, a veces, resultados idénticos (desfavorables o terapéuticos) y tratan de articularlos dialécticamente. Seamos más precisos a riesgo de ser esquemáticos:

El Organodinamismo es (pero no solamente) un "Neojacksonismo", porque:
• retoma de JH Jackson la oposición, entre signos negativos y positivos,
• expresados por el fenómeno de disolución (que no es la regresión freudiana),
• implican una inscripción corporal del déficit,
• una tendencia al mantenimiento o a la restauración de conjuntos significantes,
• una jerarquía de niveles
• y una normatividad evolutiva del organismo; finalmente, una ontología estratificada de los niveles del Ser (referencia al filósofo Nicolaï Hartmann).

Todo esto se desarrolla según un juego dialéctico aplicado a las oposiciones al interior de dipolos que son los siete conceptos clave que coronan el Tratado de las Alucinaciones: parejas antinómicas que "no pueden definirse cada una más que por su contrario, es decir que se ligan al excluirse recíprocamente" (paradigma de distinción–conjunción de Edgar Morin). Estas son: 

1. El Sujeto y el Objeto; 2. El Yo y los demás; 3. La Conciencia y el Inconsciente; 4. Lo Simbólico (enraizado en el cuerpo) y el pensamiento Abstracto; 5. Lo Real y lo Imaginario; 6. La Expresión (del deseo) y la Creación (de la obra); 7. La Voluntad y el Automatismo.

La vertiente negativa se abre sobre una advertencia: no es prudente ni razonable inferir directamente el síntoma a partir del trastorno orgánico y su materialización (mecanicismo). Siempre hay una separación o hendidura órgano–clínica. Se entiende por esto que hay un proceso de reorganización dentro del proceso de desorganización y que hay siempre un acontecimiento psíquico en el hecho psicopatológico. Por lo tanto si la sintomatología es en su manifestación relativamente independiente del trastorno negativo, siempre es patogenicamente dependiente.

La vertiente positiva acoge todas las producciones de la creación artística, de la inspiración poética, de la "Locura" (el "núcleo lírico" de la humanidad) y concede un lugar importante al psicoanálisis del cual Ey combatió el imperialismo pero del que utilizó los conceptos, preocupado no por derrocar a Freud sino para completarlo. Hasta el punto que se ha podido resumir su proyecto (que aquí tampoco podría reducirse sólo a esto) como el de la "unificación de la psiquiatría y del psicoanálisis" (R. Sarrò, de Barcelona, 1978).

¿Su doble raíz (orgánica y dinámica) podrá asegurarle la posteridad? ¿O hacerle oscilar entre ambas, según las modas y los autores?

Ey fue considerado como muy psicogénico en sus principios, en los años treinta, y como muy organicista en los años setenta de su jubilación. Enviarlo a uno o al otro de los arrecifes de esa Escila y Caribdis es no comprender nada de su teoría que es mucho más sutil: el "cuerpo psíquico".

En el Órgano-dinamismo existe la idea de que la oposición de la Psiqué y el Soma, de la psicogénesis (causalidad psíquica) y de la organogénesis no es heurística. El ser humano, el "cuerpo psíquico" no es dual sino bipolar. El cuerpo se prolonga históricamente por el espíritu o incluso, para hablar como Aristóteles y Tomás de Aquino, "el Espíritu es la forma del cuerpo".

Esto va desde los niveles de disolución definidos por el neurólogo JH Jackson (1835–1911) en sus famosas Leyes (como lo estipuló Ey en los años treinta) hasta la ontología estratificada de los niveles del Ser, según Hartmann (en el Tratado de las Alucinaciones, en 1973). Esta teoría es una síntesis ambiciosa, no dogmática, abierta (su teoría tiene la hospitalidad que en él fue legendaria); es sobre todo un marco de trabajo muy útil e incluso indispensable dentro de la desesperanza epistémica actual, en medio de la fragmentación de las teorías y de las prácticas en la psiquiatría.

En Francia se ha perdido mucha energía y mucho tiempo en debates ideológicos entre dos polos extremos: el polo psicoanalítico y el cognitivo-comportamentalista; la farmacopsiquiatría ha obtenido carta de ciudadanía. Pero cuando se calmen las cosas bajo la presión de los usuarios de la medicina o de los comités de ética, cuando la necesidad de un retorno a una visión más antropológica y más humana de las cosas se haga sentir, es posible que Henri Ey aparezca como el hombre del último recurso, "el psiquiatra del siglo XXI".

Esta reacción existe en Francia, en España, en algunos países latinoamericanos y en el Japón. En Estados Unidos también tal vez, pero allí no puede apoyarse sobre una tradición tan fuerte, hasta el punto de que Nancy Andreasen ha podido decir que la psiquiatría norteamericana tenía necesidad de un "plan Marshall al revés" para reanimar la clínica psiquiátrica en ese país.

Ni la teoría organodinámica ni los temas que Ey trató en ella son obsoletos. Los problemas que abordó en su tiempo no han perdido, en efecto, su actualidad: problemas de los límites de la psiquiatría y de la intervención psiquiátrica, relaciones de lo biológico y de lo psicosociológico, del síntoma y de la estructura, de lo agudo y lo crónico, de lo psicopatológico y del arte, de lo médico y de lo social, de la prevención y del tratamiento, del terapeuta y del perito, etc.

Recordemos que el Organodinamismo de Henri Ey es una estructura de acogida y de coexistencia que desde el principio renunció a oponerse al psicoanálisis al que integra positivamente en su polo "dinámico" (incluido el Inconsciente). Pero tampoco habrá mayores contradicciones entre la defensa de Henri Ey de un "cuerpo psíquico" o de un "devenir consciente" y lo que pueden desplegar como esfuerzo, en estos momentos, los teóricos cognitivistas. La apertura de principio de la teoría a los progresos de las ciencias y del conocimiento, no puede sino acoger favorablemente todo aquello que pueda venir a poblar la misteriosa hendidura o separación órgano-clínica. Ayer fueron los hallazgos de Steckel, Clarke y Ferenczi (según algunos). Podrían ser ahora, más seriamente, las "arquitecturas cognitivas" de las que nos hablan los neurocognitivistas, apoyadas eventualmente o ilustradas por la imagenología cerebral funcional.

En Francia, Daniel Widlöcher, eminente psiquiatra y psicoanalista quien no ha ocultado sus simpatías por el cognitivismo, defiende un punto de vista que nos parece representar lo que podría ser el Organodinamismo del tiempo presente para los psiquiatras clínicos que egresan de las Facultades de Medicina:

"Los sistemas de pensamiento accesibles a la psicoterapia y cuyo soporte neuronal escapa a toda acción farmacológica, están en interacción con mecanismos psicológicos elementales de regulación, no accesibles de manera inmediata al trabajo psicoterapéutico pero sostenidos por mecanismos neuronales sensibles a la acción de los medicamentos psicotropos"...

La escuela ginebrina (Jean Piaget y René Tissot) ya había, hace varios años, señalado este terreno. Allí donde la psiquiatría antigua no veía más que degeneración, errores intelectuales o morales y desfallecimientos de la voluntad, allí donde la psiquiatría de moda (psiquiatría de la facilidad) no ve más que perturbaciones afectivas, sería ventajoso ver "un mecanismo de conjunto en el seno del cual el mecanismo afectivo no actúa ni como efecto ni como causa sino como aspecto o subsistema inseparable del cognitivo"; siempre dependiente, naturalmente, de la maduración del SNC, de sus etapas y de sus avatares (niveles). Este es un modo de pensamiento muy típicamente "órganodinamista". Allí estamos ahora sin decirlo o sin saberlo.

Entonces, ¿dónde está el problema? puesto que siempre hay un problema en psiquiatría. Está, como siempre (Ey lo había formulado como la ley diacrónica del balanceo mecano-dinamista) en la tentación reduccionista/triunfalista y el retorno de los antiguos demonios (psicogenia/organogenia), que permiten evitar o paliar el Organodinamismo. Él está hecho para eso.

¿El teórico del Organodinamismo molestará por su insistencia? 

Seamos razonables y aceptemos, en el extremo límite, considerar al Organodinamismo ya no como una ciencia exacta sino como un mito y cuidémonos de la recuperación. El terreno del mito no es el de la ciencia, incluso si permanece, con la magia, un "arte de hacer" (M. Gauss). El reservorio de los mitos no es el parque de la chatarra de las teorías usadas, sino más bien la matriz de todas las teorías pasadas y por venir. Desde ese punto de vista, nadie dude que el Organodinamismo no sea un buen mito, un mito aceptable a medio camino entre la ciencia y la filosofía. Este mito puede reunir...
"Después de todo, esta mitología cerebral de la conciencia vale tal vez lo que la mitología anencéfala del Inconsciente" concluía el propio Ey, en el Congreso Mundial de Madrid, en 1966.

Los jóvenes psiquiatras en formación, al egresar de la Facultad de Medicina, entran también al hospital y allí encuentran no sólo a profesores que teorizan su práctica sino a enfermos sufrientes que les plantean otros problemas, los orientan hacia otros cuestionamientos, para los cuales están mucho menos (o desigualmente) preparados. Una vez más, la lectura de Ey puede serles de utilidad.

La gran lección de Ey es que el objeto específico de la psiquiatría no es el cerebro, la neurona, la hendidura sináptica, la molécula... la conciencia o el inconsciente o el socius, sino el Hombre. La enfermedad mental no es sólo la pérdida de habilidades, de salario o de empleo, de facultades o de funciones, de capacidades operatorias, o teatro de instancias; es una deshumanización, una pérdida de Ser; minusvalía, indignidad, disminución... contra el devenir consciente. Todo lo que deshumaniza al hombre interesa a la psiquiatría. Entendiendo por supuesto que no hay que confundir alienación mental y alienación social, locura y crimen ("bajeza y enfermedad" decía Karl Jaspers), psiquiatría y criminología, política de salud y política asistencial. La función de la psiquiatría dentro de las ciencias humanas es la de garantizar el valor del hombre ayudándolo a permanecer o a devenir como el portador de los valores que lo califican en cuanto tal, escribe Pascal Le Vaou, psiquiatra y filósofo, en 2008.

Es este hombre (ser de estremecimientos, de proyectos y de lejanías.. según el análisis existencial) herido, ofendido, impedido, el que aparece a plena luz (es decir en pleno sufrimiento y en sus esfuerzos de sobrevivencia, incluso de metamorfosis) en los Estudios psiquiátricos.

Si la clínica que se maneja en esta obra nos parece de tal manera ejemplar, tal vez imposible de sobrepasar, si nos emociona tanto, es porque allí están reportados hechos que tienen un sentido, no sólo a la manera freudiana (que hace salir o anticipa tras los síntomas, intenciones y móviles) sino hechos clínicos (corporales o psicológicos) reintegrados (incorporados: integración-dialectisación) a través de la vivencia de una persona (de un sujeto, dicen actualmente con frecuencia), dentro de una existencia singular (desdichada en general), una trayectoria vital, un destino tal vez.

La lectura o la relectura de los Estudios, paralela y complementaria a la del DSM y el CIE, es indispensable. Si el humanismo médico está en crisis, como se dice, bajo la presión tecnocrática de los poderes públicos y en razón de la deriva ideológica de los psiquiatras abandonados a sí mismos, imaginemos lo que puede ocurrir con los enfermos. En la obra de Henri Ey se encontrará el alimento indispensable para la reanimación de ambos: el psiquiatra y su paciente.

¿Cómo hacer psiquiatría en una sociedad que ya no fuera humana? 

Esta cuestión ya fue abordada por Henri Ey bajo el ángulo a la vez más particular y al mismo tiempo más general de la libertad. Esta es otra historia, pero crucial en el pensamiento de Ey: la psiquiatría como "patología de la libertad".

Más allá de las separaciones, Henri Ey divisaba la coherencia, la unidad en la diversidad. Si debiéramos darle a Ey una sola calificación, ésta sería la de Médico humanista. Esto sólo podría parecer poco actual o demasiado banal a aquellos que ignoraran la influencia por lo menos deletérea de una tradición lacaniano-foucaldiana (que está siendo dictaminada actualmente en Francia) contra la cual Ey luchó hasta el fin con tanta energía.

Poco después de la muerte de Henri Ey (en 1977) se pudo leer lo siguiente: "... la clínica psiquiátrica tal como la conocemos está en proceso de terminación, se vuelca sobre sus orígenes porque está cerca de desaparecer, idea que ha venido a simbolizar la muerte del príncipe de los psiquiatras de este siglo: hay algo que comienza con Pinel y que termina con Ey"...

El espíritu de Pinel y el de Ey no están muertos. La deuda de los psiquiatras hacia ellos es considerable. Ey les dio el orgullo de ser psiquiatras y cada vez que éstos son nuevamente amenazados, vilipendiados, a veces tentados si no es que comprometidos, regresan por instinto a sus textos: sus fuentes, su Biblia. No está obsoleto o sobrepasado. Como dijo CJ Blanc como presidente de la Société Médico-Psychologique en 2007: "Su pensamiento nos irriga". Henri Ey sigue siendo actual... "Mientras los hombres existan". (Robert-Michel Palem)

La Fenomenología

"La aparición de las Ideen (1913) de Husserl, fue según Jean-Paul Sartre, el acontecimiento más grande de la filosofía en los comienzos de siglo. La fenomenología, destacando la necesidad lógica de una vuelta a la experiencia humana como objeto de una descripción de las esencias, debía (con Jaspers y Heidegger en Alemania, y con J. P. Sartre y Merleau-Ponty en Francia) renovar profundamente la psicología de la conciencia humana, dado que ésta no era ya considerada como un campo de subjetividad, sino como el acto por el cual el sujeto se abre al mundo y lo constituye. De tal manera que la vida psíquica se realiza en cada uno de sus instantes como una manera de estar en el mundo (Dasein), y particularmente en el mundo de la coexistencia, de la intersubjetividad de las relaciones con los otros. La comprensión de estas relaciones, vehiculizada por el lenguaje, su sintaxis, sus metáforas, su coeficiente de creación personal, constituyen el método por excelencia de este conocimiento intuitivo y profundo. En esta perspectiva, la vida de relación deja de ser una serie de funciones que ligan el mundo exterior al sujeto, para ser la organización del Yo y de su Mundo, la existencia en tanto que se despliega, en el mundo geográfico de la naturaleza y el mundo “antropológico” de la coexistencia intersubjetiva, como una red de ideas, comportamiento y lenguaje que realiza la trama real de nuestra vida” (Henri Ey)

La fenomenología es, como testimonia un anciano y venerable maestro de la psiquiatría italiana, Bruno Callieri, “algo que nos conciente vibrar con 'quien' tenemos de frente, en un cara a cara cuya dimensión supera la prevista por el setting, la inscripta en los estatutos de toda metapsicología y la prescripta por la objetividad del proceso científico”.

La noción de estructura

Henri Ey coincide con Lacan en el hecho de que la noción de estructura es el aporte fundamental de E. Minkowski a la psicopatología. Para Ey, Minkowski admite una especie de jerarquía en las organizaciones psíquicas de tal manera que el cuerpo, materia psíquica, se integra en las funciones mismas de la vida y en tanto que organismo constituye la base funcional de la vivencia. De esta manera se concibe un modelo estructural que corresponde a la organización de la vida psíquica y consecuentemente, a su desorganización (la enfermedad mental). A partir de este consenso de la realidad estructural del psiquismo, Ey incorpora la reflexión minkowskiana en su modelo órgano dinámico de la enfermedad mental llamado Organodinamismo. Podemos comprender este modelo a través de la explicación del mismo autor: “nosotros nos colocamos en una perspectiva radicalmente diferente para describir, no una variedad, por decirlo así, contingente de desórdenes, llamados "desórdenes de la conciencia", sino para captar, a partir de estos "desórdenes de la conciencia", una jerarquía de los niveles de destructuración de la conciencia (...). Esta jerarquía está constituida por una serie de "estructuras", que la psiquiatría tradicional ha disociado artificialmente. Se presenta como el orden natural de los niveles de conciencia, cuya destructuración descubre su estructura arquitectónica. Así, en efecto, el "campo de la conciencia" se muestra, a través del análisis espectral de su patología, como la resultante de las actividades que regulan la actualización de lo vivido y componen la organización tempo-espacial de la experiencia inmediata del ser en el mundo”

El diagnóstico en psiquiatría

"Tenemos delante un ser radicalmente diferente, y con la palabra "radicalmente decimos que se trata de otra cosa distinta a simples diferencias individuales, como las que constatamos en cada momento de la vida cotidiana; ni tampoco se trata de esas graducaciones que, a nivel empírico, pueden conducirnos insensiblemente del normal al patológico. Un modo de existencia particular se revela ante nosotros. Se basa en una diferencia de naturaleza. Son estos caracteres que queremos estudiar. La discusión excede la visión estrictamente médica. Estando con un "alienado" pretendemos encontrar, al menos parcialmente, un lenguaje común" (Eugène Minkowski)

Dos diagnósticos

El diagnóstico semiológico es "percibir" un desorden en el orden del cuerpo. Es una actividad técnica donde las manifestaciones se "observan" y donde esa totalidad percibida (gestalt) es categorizada según el saber patológico que dispone el médico. El diagnóstico semiológico es un continuo oscilar entre lo que el médico percibe y lo que sabe, entre lo que observa y la patología que conoce, es un ver y un saber, en suma, es: "saber ver". Es un "saber ver" la enfermedad cuyos síntomas son el resultado de déficits funcionales, pero también y mayoritariamente reacciones del organismo en su intento de recuperar el orden perdido. La complejidad del acto técnico diagnóstico depende directamente del hiato órgano‑clínico, de esa "distancia" o ese "intervalo" que existe entre la somatosis y sus manifestaciones. Cuanto mayor sea, es decir, cuanto "más lejos" estén los síntomas del desorden corporal, mayor dificultad va a tener el médico para poder "ver" el desorden orgánico "a través" de las manifestaciones clínicas.

El diagnóstico del proceso de enfermedad o somatosis debe hacerse desde una hipótesis sobre la realidad del organismo. La naturaleza de esta realidad ha dependido de la percepción progresiva de las diferentes patologías de la vida vegetativa, mediante las cuales la medicina pasó de conceptos anatómicos exclusivamente cadavéricos a la "anatomía" del cuerpo vivo.

Se debe comprender que es necesario distinguir las "causas del desorden orgánico" de las "causas de los síntomas". Unas son las causas del desorden orgánico, las cuales desde la época hipocrática y especialmente desde Galeno corresponden a: la causa externa o procatártica y la causa dispositiva o proegúmena que, combinadas, constituyen la llamada causa conjunta o sinéctica. Otras son en cambio las causas de los síntomas. Estas causas o factores que "construyen" los síntomas guardan relación, por un lado, con la somatosis a la que expresan directamente en forma de síntomas de déficit funcional e indirectamente en forma de síntomas‑reacciones, y, por otro, con la relación médico‑paciente donde los síntomas son "construidos" en el diálogo que tiene lugar en ese espacio antropológico. Basta con considerar, por ejemplo, cómo el síntoma subjetivo que es el "dolor" se hace "objetivo" a través de un diálogo que depende tanto del médico como del paciente.

Una vez descubierta la realidad de la enfermedad, la medicina de la patología vegetativa evolucionó progresivamente, pero también de modo bastante caótico. Esa situación determinó que Thomas Sydenham en el siglo XVI propusiese diagnosticar y clasificar la patología solo sobre la base de las manifestaciones clínicas, es decir, como "formas semiológicas". Sin embargo, el propio Sydenham no pudo ser muy fiel a este principio en la medida en que, al irse conociendo la realidad del cuerpo, ese conocimiento permitió desarrollar diferentes modelos del proceso orgánico: anatomopatológico fisiopatológico y etiológico.

En la patología vegetativa, dado que el hiato órgano‑clínico es menor, las manifestaciones funcionales "están muy cerca" del cuerpo. Si bien el "paso semiológico" siempre es primero y necesario, debido a esa "cercanía" se tendió progresivamente a referir el proceso vital en gran parte reactivo que es la enfermedad en sus síntomas, al proceso orgánico o somatosis.

En la práctica y también en la teorización se percibe el diagnóstico semiológico, pero se piensa en el diagnóstico del proceso orgánico. Es decir, el diagnóstico semiológico es sustituido y validado por el diagnóstico de la somatosis.

La enfermedad como reacción "viviente" que el paciente sufre y que el médico percibe termina siendo pensada como lesión anatómica, como hallazgo de laboratorio o como factor tóxico, infeccioso, etc. Como lo ha mostrado la historia, ese proceder en la medicina cotidiana de la patología vegetativa terminó por ser aceptable, a pesar de que configure una dificultad para una medicina que quiere ser propiamente antropológica. (Humberto Casarotti)

La Conciencia

En la segunda edición de “La Conciencia” Ey analiza el psiquismo es decir el ‘devenir consciente’ que hace ‘callar al inconsciente’. Ey deriva este concepto del análisis de las formas de patología mental (donde ‘al devenir inconsciente’ ‘el inconsciente habla’). En esta edición insiste en la necesidad de limitar la aplicación de los conceptos psiquiátricos a lo que es realmente enfermedad mental, es decir a las desorganizaciones corporales cuya expresión es mental y no ‘inflar’ a la psiquiatría con los problemas existenciales de la condición humana. El objeto de la psiquiatría es ‘la locura patológica’ y no las formas de ‘locura de la humanidad’. Esta ‘locura’ que no lo es propiamente ya que es la expresión del genio de nuestra especie, de sus excesos para el bien y para el mal. La ‘locura’ que Erasmo había elogiado al inicio del Renacimiento.

El Inconsciente

En el VI Colloque de Bonneval (1960, L'inconscient) fue considerado el Inconsciente en su forma substantiva y también adjetiva. Ey expone este problema de acuerdo a cómo la psicopatología lo devela.

El modo de ser consciente es la organización del campo de la conciencia actual y la organización de Yo, como sistema de la persona. En la primera organización, la relación que el Inconsciente puede tener con la Conciencia sólo puede ser, dejando de ser inconsciente para ser vivenciado. En cambio en la organización del Yo, el Inconsciente persiste en el sistema de la personalidad como un radical invariable.

Ey sostiene que es necesario sustituir el esquema freudiano, donde la Conciencia es sólo un pequeño sector y el Inconsciente un mezcla de Yo, Super-Yo y Ello, por un esquema que muestra en la organización del ser psíquico el campo de la conciencia controlado por el Yo consciente, sometidos ambos a los ataques del Inconsciente. Inconsciente como infraestructura conflictiva cuyas dimensiones estructurales siendo esencialmente ipseísticas necesita del lenguaje para poder manifestarse trasvestido.

El Inconsciente es revelado por la psicopatología, pero para captar la esencia de los fenómenos mórbidos no es suficiente con traer a la luz las raíces inconscientes, ya que sólo el análisis fenomenológico-estructural es lo que permite hacerlo. Y ese análisis identifica: a) la actualización imaginaria del Inconsciente en los niveles de desestructuración del campo de conciencia, y b) las formas de alteración o de alienación del sistema de la personalidad donde el Inconsciente desconocido pasa a ser 'aquel que el Yo no debe ser para ser él'. (Humberto Casarotti)


"La conciencia" o "ser consciente"

La conciencia es una estructura compleja, es la organización misma de la vida de relación del sujeto, que lo ata a los demás y al mundo.

La conciencia no es una simple función del sujeto, sino su misma organización, en tanto que está compuesto a la vez para ser sujeto.

El ser consciente, la modalidad propia de vivir en su mundo, hace que no pueda existir ni como puro sujeto, ni como simple objeto.

Henri Ey decía que el individuo tenia una constitución ambigua, es decir, estaba encerrado en su organización y abierto a su mundo a la vez, y esto hace del ser consciente un ser que se plantea su propia existencia.

¿Cuáles son las 4 maneras de negar la conciencia según Henri Ey?

Las diferentes maneras de negar la conciencia para Ey son:
-Considerarla como un fenómeno puramente subjetivo, que por ende no puede ser objeto de saber.
-Hacer de ella un epifenómeno una abstracción que la separe de la vida psíquica.
-Reducirla a una propiedad o una simple función que llaman vigilancia.
-Hincharla y perderla en la generalidad de, pensamiento reflejado o creado, o definirla por el Yo y la personalidad o se confunda con la praxis de "conciencia moral"

¿Cuál es la realidad de la conciencia?

La conciencia (la propia o la ajena) no puede ser explicada sin ser vivida, ya que la conciencia es siempre conciencia de algo, es decir, está atada a las leyes de la objetividad que la constituye.

La conciencia no puede ser separada del mundo objetivo, esta prendida en este mundo como el mundo esta prendido de ella.

La conciencia como atributo

Todas las modalidades del ser consciente, ya sean, operaciones, funciones, estructuras, etc, se imponen como fenómenos conscientes. La memoria, la atención, la reflexión, el lenguaje, el conocimiento, la inteligencia, la sensibilidad, la percepción, el Yo, la conciencia moral, la conciencia de si mismo, son modalidades conscientes de la vida psíquica. Dicho de otra manera, el "ser consciente" corresponde a un atributo distribuido a tal o cual de estos aspectos de la actividad psíquica.

Henri Ey fue más allá de una definición de conciencia que se dirigiera simplemente en cortar la vida psíquica en trozos, y continuó buscando una unidad y heterogeneidad a la vez en la definición de conciencia por ello es que propuso una definición "general del ser consciente" y una definición "particular de las estructuras que lo componen".

El ser consciente en general

El ser consciente implica una organización autóctona: Los fenómenos conscientes aparecen bajo la condición de constituir un "medio" que se interpone, entre la vida vegetativa del organismo, y el mundo con el que está en relación, siendo este Medio la relación del "medio" de la vida psíquica con el "medio" intramundano.

El ser consciente se objetiva y se refleja en un modelo de su mundo: La conciencia es la posibilidad que tiene el sujeto de constituirse a sí mismo en objeto para sí mismo y para los demás. La construcción de   un "modelo" del mundo es, no solamente su tarea, sino que también su ser.

El ser consciente dispone de sí mismo en el orden de su temporalidad: La ley temporal del ser consciente es, en efecto, el "Orden" que hace reinar, otorgando a los movimientos de su cuerpo y de su mundo el ideal en el que se personaliza.

El ser consciente está estructurado como una reverberación del Yo sobre su experiencia: El ser consciente no es lo mismo que el Yo, sino que es un "ser por separado" que le exige al Yo que trascienda su propia vivencia, pues solo al hacerse consciente de sí mismo se "apropia" de su experiencia.

Ser consciente es disponer de un modelo personal del Mundo...

Las dos modalidades del ser consciente

El ser consciente está constituido por una temporalidad, esa temporalidad a su vez implica y está implicada en la constitución la memoria del mismo. La memoria le da la posibilidad al ser consciente, de disponer a su antojo del tiempo, para focalizarlo en la actualidad del presente, lo que a su vez implica desprenderse del pasado y diferir el futuro para generar entre ambos un intervalo, el de la disposición, y para polarizarlo en un proyecto. Esta constitución dual, de temporalidad y memoria son la misma cosa, una unidad que no se separa.

Este ser consciente, como dijimos, tiene dos modalidades: 1) El campo de la conciencia, la conciencia de lo vivido; y 2) La conciencia de sí mismo.

La estructuración del ser consciente

1) La actualización de la experiencia vivida como una estructura basal de la conciencia: Es decir el "campo" donde se organiza la experiencia, la conciencia no puede vivir su "vivencia" sin presentárselo en el presente.

2) La transactualidad del ser consciente como estructura del Yo: Es la constitución del Yo como persona por la autoconstrucción de su propio sistema de valores en su desarrollo histórico.

3) Las relaciones del campo de la conciencia y el Yo: Es decir la relación del campo de la conciencia, donde se genera su experiencia y la trayectoria vivida por la personalidad.

Para finalizar...

En una auténtica dialéctica, materialismo e idealismo, organogénesis y psicogénesis representan contrarios que son uno y lo mismo, que se engendran y se suceden recíprocamente.

Es también en la dialéctica del explicar y del comprender que vemos a Henri Ey realizar, en la teoría y en la praxis, la síntesis de la concepción materialista dialéctica que permite explicar la enfermedad, con la ontología fenomenológico-existencial y el psicoanálisis que permiten comprender al enfermo, al ser humano individual, la persona concreta y real, sufriente en su alma. Ya lo anticipó un gran catalan, del siglo XII, Arnaud de Villeneuve, con su distinción entre diagnosis morbiy diagnosis aegritudinis: el estudio de la enfermedad y el estudio de la forma particular y de la significación que tiene en un paciente individual. Y como magnífica síntesis visual de la dialéctica fundamental en psiquiatría, la de la Conciencia y del Inconsciente, finalizamos esta presentación con el grabado "órgano-dinámico" de Francisco Goya: el capricho N° 33 de 1799, "El sueño de la razón produce monstruos": la desorganización de la conciencia libera los fantasmas del inconsciente...





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